Según pasan los años se dilata la distancia entre las dos personas que llevamos dentro, la una es aquella que el tiempo ha ido acomodando a las circunstancias de tu vida, a los sentimientos de las personas queridas y amadas, a la familia que te engendró y a la que tú has creado. Pero hay otro yo en tu interior, esa persona que, poco a poco, experiencia tras experiencia, has ido forjando en la intimidad, la persona que nació cuando rondabas los 30 años y que has ido alimentando con tus sueños y con tus ilusiones; la persona perfecta, la que estas formando desde tu conocimiento y desarrollando con tu experiencia, evitando que cometa los errores que tú cometiste, sabiendo lo que tú aprendiste.
Según pasan los años la lucha entre ambas personalidades se va endureciendo; se enfrenta la necesidad de respetar y ser leal con aquellos que te han traído hasta aquí, con el ímpetu de tu otra personalidad, colmada con las inquietudes propias de su juventud; tu presente, tu realidad se enfrenta con el deseo de querer cumplir tus ilusiones, con el vehemente impulso de permitir a ese ser que llevas dentro cumplir sus sueños, los sueños e ilusiones que cuidadosamente has ido archivando en aquel arcano rincón que celosamente has guardado solo para ti.
Según pasan los años vas urdiendo el futuro de ese otro yo; le enseñas los lugares que ha de conocer, le educas para que comprenda las otras culturas y creencias, le das las claves para conocer y valorar a las personas, para reconocer el amor verdadero, para saber por qué algo es ético y justo, le vas enseñando las prioridades de la vida y a identificar aquello que es realmente importante. A es otro yo -en resumen- le enseñas el camino de la felicidad personal; y lo haces desde tu propia experiencia en lo bueno y en lo malo, le enseñas como conseguir lo que tú has conseguido y qué debe hacer para alcanzar las cotas que tú no has hollado.
Según pasan los años ves como se acerca el día en el que ese otro yo saldrá de tu vida para vivir la suya. Te da miedo, te asusta pensarlo pero sabes que inevitablemente ocurrirá, casi siempre ese otro yo comenzará su vida con tu muerte pero, a veces, si tienes el valor suficiente, le darás “la suelta” en vida y, orgullosamente, desde tus propias circunstancias, podrás vivir su vida.
Pero dime, ¿quién es ese otro yo?
Te lo diré. Ese otro yo es aquel que sabe dominar su enfermiza generosidad y es capaz de pensar un poco más en sí mismo. Es aquel que tiene el valor de hacer lo que debe, incluso violentando la lealtad. Es aquel que sabe apartarse de los “dream eaters”. Es esa persona que no renuncia a sus sueños cuando no son compartidos.
Es esa persona capaz de no reprimir sus deseos, de no tener pudor de sus pensamientos y de poderlos expresar sin temer a la ofensa. Ese otro yo es el que puede darse a conocer compartiendo sus pensamientos más ocultos, porque se siente respetado en su intimidad, tanto como él respeta la de los demás. Los atavismos de esa otra persona son cuna de experiencia y no mordaza de sentimientos.
Ese otro yo es aquel que puede disfrutar de la debida libertad personal sin ser cuestionado ni censurado.
Y ahora, dime tú, ¿podrías amar a esa persona?
8-oct-2010, un sábado lluvioso.
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