jueves, 31 de octubre de 2013

Sobre los Gestores de Empresas

El buen jardinero se ocupa de que el agua que utiliza para regar caiga dentro del tiesto de sus flores o el alcorque de los árboles, no quiere que el agua se derrame sobre la arena estéril o el pavimento solado. El buen jardinero sabe que el efímero frescor que proporciona al transeúnte una acera regada ha sido a costa de desperdiciar los ricos nutrientes que arrastra el agua. El buen jardinero sabe que sus flores y sus árboles echarán de menos esos nutrientes en la próxima sequía o durante el letargo del invierno. El buen jardinero sabe que si no vigila su riego las flores acabarán prematuramente marchitas y los árboles raquíticos serán incapaces de dar frutos y la deseada sombra.

El buen gerente, al igual que el buen jardinero, se ocupa de “regar” la estructura de su empresa. El buen gerente sabe que el dinero es el alimento de su bien más preciado, los trabajadores de su empresa, porque sin ellos no tendría nada. Las gratificaciones y los incentivos no son más que el abono que ayuda a una rápida floración o a corregir las extremas condiciones del último estío pero sabe que el riego constante del justo salario por el trabajo desempeñado es lo que mantiene la empresa a flote, pujante y capaz de presentar batalla a los competidores.

Cuando un gerente “riega” fuera del tiesto de su empresa debe saber que es observado y juzgado por sus empleados. Debe medir muy bien el caudal económico que derrama porque en las empresas no hay secretos y los trabajadores saben que ese caudal que se paga fuera de la empresa es fruto de su trabajo y que no le está siendo remunerado. Cuando esto ocurre los árboles de la estructura se vuelven raquíticos, el afán por el trabajo bien hecho languidece y la rentabilidad de la sociedad entra en una diabólica espiral de ineficacia y entonces ocurre que los pilares de la estructura buscan refugio en otras gerencias y que los competidores otearán las plantas con buenas semillas para trasplantarlas a sus tiestos porque por muy raquíticas que parezcan saben que con un buen riego volverán a entregar lo mejor de si mismos.

Los trabajadores de la empresa, lo que algunos llaman el cuerpo social de la empresa, son, al igual que los ciudadanos respecto de sus gobernantes, mucho más listos que sus dirigentes y saben diferenciar muy bien lo que es justo de lo injusto, lo útil de lo inútil, lo necesario de lo superfluo y lo saben porque ellos forman parte del mercado – son el mercado – al que su empresa abastece. Este hecho es algo que los dirigentes olvidan con frecuencia; los dirigentes suelen hablar del mercado como un ser individual con su propios deseos y demandas y frecuentemente se olvidan que los trabajadores de su empresa son parte de ese mercado, que los trabajadores de su empresa producen bienes o servicios que ellos mismos consumen y será muy difícil que el dirigente o el gerente de la empresa pueda enseñarle al trabajador algo sobre el comportamiento de ese mercado porque ellos son el mercado.

Por ello, cuando los trabajadores de las empresas perciben que con su trabajo el gerente paga bienes o servicios ajenos a la esencia de su mercado lo primero que hacen es ponerse en alerta, en actitud de observación y se produce algo inevitable de la condición humana, los granos de arena se convierten en montañas; cada cual transmite información enriquecida con su imaginación; se achacan males presentes a hechos pasados por la intima necesidad de justificar la situación; y también asoman a este escenario los que, aprovechando incidencias normales del trabajo, generan bulos maldicientes para que crezca su cuota de poder o de presencia social.  Y en ese clima de insatisfacción e inseguridad, se produce la inevitable perdida de productividad que genera la perdida de rentabilidad que da motivo y razón a todo lo anterior.

El buen gerente, al igual que el buen jardinero, debe preocuparse de administrar bien el capital de la empresa y no derramar recursos fuera del tiesto. Solo así podrá justificar que el fruto del trabajo de sus trabajadores pueda ser empleado con mesura y pronta rentabilidad en otros fines, en iniciativas suficientemente valoradas ajenas a su mercado natural. Son muchos los ejemplos que nuestra maravillosa sociedad de la información nos ofrece para ilustrar estos hechos; basta observar la actitud de los dirigentes de algunas sociedades para poder pronosticar el destino de las empresas que dirigen.

Las grandes empresa que presentan balances sólidos fruto de un progresivo crecimiento histórico – y no hago ninguna observación sobre la velocidad de su crecimiento – normalmente son dirigidas por personas que guardan una actitud social austera sin que su austeridad en el trabajo tenga nada que ver ni con su riqueza ni con su nivel de vida.

Sin embargo hay todo un conjunto de empresas que están en continua turbulencia, que buscan y encuentran refugio de supervivencia en la subvención pública cuando no en las “opas”, los ERE o las Suspensiones de Pago; gerentes para quienes la especulación, la picardía y el pelotazo son su forma de hacer negocio a costa de la estabilidad de los trabajadores que le han encumbrado. Suele ocurrir que los dirigentes de este tipo de empresas parece que sienten la necesidad, se creen en la obligación, de estar permanentemente en el centro de la intriga política cuando no son su mismo corazón y por ello consideran adecuado cargar a la cuenta de resultados de la empresa gastos ajenos al desarrollo de su negocio sin reparar que esa cuenta de resultado esta siendo alimentada por el trabajo de sus trabajadores.

Las empresas que son dirigidas por este tipo de dirigentes suelen acabar como los árboles del mal jardinero, débiles y secos, esperando la llegada de un buen jardinero que los riegue, los pode y los injerte para volver a brotar y florecer.

28/11/2008




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