miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lo Mejor de Perderse es lo que Encuentras por el Camino

Hoy he oído una frase estupenda en un anuncio publicitario de CK, una colonia de moda cuya relación metafísica con el pensamiento de la frase no la veo por ningún lado – pero ya sabemos que lo creativos publicitarios pueden ser extremadamente imaginativos con los coches y las colonias – decía lo siguiente: “lo mejor de perderse es lo que encuentras por el camino”. Me gusta, te da un motivo para pensar y además puede aplicarse a muchos órdenes de la vida. Yo me he perdido muchas veces y de múltiples maneras en la vida y es verdad que siempre he aprendido algo de esas experiencias y que he encontrado cosas maravillosas por el camino; escuchar esa frase me ha provocado echar la vista atrás y empezar este ensayo que no se muy bien a donde me va a llevar, quizás porque esté perdido pero ya veré lo que me encuentro por el camino.

A mi me gusta viajar en coche, solo, sabiendo más o menos a donde quiero ir pero sin prisas por llegar a mi destino, y me gusta porque me gusta seguir el repente cuando llega, ese impulso brusco e inesperado de tomar ese desvío, sin motivo aparente alguno, quizás porque viste una ruina al final del camino o porque crees que la vista desde aquella loma debe ser esplendida. Sin saber porque te encuentras rodando por caminos desconocidos y al cabo de pocos kilómetros ya no eres capaz de recordar cuantos giros a derecha e izquierda has hecho y estas realmente perdido. Reacciono mirando mi entorno y tomando sentido de la realidad que me rodea, la aguja del combustible me asegura muchas horas de ruta, el reloj me anuncia que todavía tengo varias horas para disfrutar de vistas y paisajes, hago memoria de los mapas que tengo en la guantera y, cuando fumaba, encendía un cigarrillo mientras comprobaba cuantos quedan en la cajetilla de tabaco; por último, echo un vistazo panorámico al horizonte para resetear la información de mi sentido de la orientación y con todo comprobado sigo por ese camino hasta entonces desconocido para mi.

Lo que entonces ocurre es que vas descubriendo aldeas, valles, montañas y llanos cada cual con su particular estética, algunos bellos y armoniosos otros tristes y adustos; te paras en la plaza de un pueblo y tomas una bebida en el bar mientras miras el mapa intentando identificar aquella cumbre que has visto o saber el nombre del río que has cruzado. Suele ocurrir que alguien se te acerca, te pregunta si te has perdido y te empieza a contar cosas de su pueblo, cosas y hechos relevantes para ellos pero que al igual que el propio pueblo serán ignoradas en las noticias. Te cuenta que algún caballero medieval tenía allí su casa, que aquel famoso fulano es oriundo de ese pueblo, a lo mejor que es su primo o te relata con todo detalle cuando y donde aquel famoso artista se sentaba para derrochar su arte.

Después vuelves a subirte al coche y sigues tu ruta mientras recuerdas lo que aquel personaje te ha contado del caserón que te encuentras a la salida del pueblo o del rescate que tuvo que hacer en el desfiladero que empiezas a cruzar;… y cuando después de varias horas de recorrer parajes hasta entonces desconocidos para ti, meditas sobre la vida que ellos encierran, en que allí hay lucha por la vida, ambiciones y desilusiones, me doy cuenta de la razón que tenia mi madre cuando me decía que allí donde hay un hombre hay dolor y felicidad y que nadie más que él sabe porqué, con qué, para qué y con quién es capaz de ser feliz o de sufrir.

Cuando llego a mi destino y repaso mi viaje, tengo en mi memoria nuevas imágenes de lugares y situaciones, ni más bellos ni más feos, ni mejores, ni peores de los que ya tenias, simplemente son otros distintos que han enriquecido tu pobre sabiduría de la vida.

Pero también me he perdido por los caminos del alma y también allí, cuando no sabía ni quien era ni donde estaba, he encontrado refugio en otros sentimientos distintos a los que hasta entonces había vivido. Y descubres a personas que dependen de lo que tú desprecias, que atesoran tus nonadas, que son capaces de encontrar amor donde tú ves odio y que odian lo que tú veneras. Personas lejanas, personas con otras culturas y raíces, con otros valores y con otras prioridades de vida tan distintas a las que hasta entonces vivías y que te confunden, te enredan y que se convierte en un dédalo para ti. Y cuando estas perdido en esa encrucijada suele ocurrir que cerca de ti hay alguien que te observa, que igual que tú el también está en la zozobra buscando su camino y sabe que le vas a dar lo mismo que tu estas buscando, una orientación, una referencia. Y entonces afloran los instintos más primarios y te arropas y te acurrucas a su lado y aprendes a vivir otra vida que te enriquece, que te hace mejor persona porque conoces mejor a tus semejantes, porque te descabalga de tus atavismos, porque te hace comprender que tu adversario también sufre, porque reconoces el oxímoron de ser único y singular en medio de tan aplastante uniformidad de sentimientos.

Cuando sales del laberinto y vuelves a encontrarte con tu vida reconoces en los demás algunos valores que antes despreciabas y cada vez escuchas más y hablas menos porque vas aprendiendo que la sabiduría de los demás te enriquece. Es una frase muy cierta, “lo mejor de perderse es lo que encuentras por el camino”, supongo que la habrá escrito algún pensador oriental - aunque he intentado averiguarlo, no lo se - pero la tomo como mía porque me reafirma en que soy como soy porque he vivido lo que he vivido intentando comprender a los demás sin juzgar a nadie que no sea mi propia persona, que la felicidad lo mismo que la libertad no está en las circunstancias sino en las personas, y que la felicidad y la libertad son – como binomio
inseparable – la más sublime expresión de la voluntad.
30-oct-2009

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