Hace 8 años, en junio de 2004, escribí el siguiente articulo que mandé a varios periódicos con ningún éxito; parece que a ningún redactor le interesó mi opinión. Aquí lo reproduzco para ustedes, creo que sigue siendo de rabiosa actualidad.
La política de lo negativo
A mi me parece que no es necesario cebarse en los errores del contrario para defender los propios argumentos; y sin embargo, esta es la única forma argumental que se oye y se lee en el desarrollo de la política nacional durante las últimas legislaturas.
El "…y tú más" que usábamos en el colegio cuando se nos agotaban nuestros pobres diálogos es la forma argumental que se ha institucionalizado en los últimos tiempos para la "vendetta" de los gobiernos contra su oposición y por las humilladas oposiciones contra su gobierno. Los decretos ley con los que se zanjan las controversias políticas y que después terminan en el Tribunal Constitucional, me recuerdan mucho el lapo con el que concluíamos las discrepancias en el patio del colegio antes de subir al despacho del director arrastrados de las orejas por el profesor de turno.
Creo que unos a otros estamos ofreciéndonos un lamentable espectáculo, estéril y decepcionante. Lamentable porque estamos desperdiciando unos maravillosos años de progreso del mundo occidental para generar un sólido progreso colectivo, estéril porque si no hay una real y verdadera confrontación intelectual de las ideas los políticos no podrán ofrecer a los ciudadanos soluciones válidas a los problemas actuales y decepcionante porque el pueblo, ilusionado porque cree que con su trabajo sustenta al político que le representa, espera de él una respuesta profesional e intelectual que no está recibiendo.
No creo que sea necesario poner ejemplos puntuales para ilustrar lo anteriormente expuesto; en los últimos 15 o 20 años hemos ido muchas veces a las urnas y hemos prestado oídos a muchos políticos que nos han vendido la bondad de sus partidos en largas y repetitivas campañas electorales y, escrutinio tras escrutinio, la realidad de los siguientes 4 años no se ha parecido en nada a la idea que nos habían transmitido – a excepción de un par de honrosas excepciones en cada bando – y con las que nos habíamos ilusionado.
El entendimiento desde la controversia es posible, el mundo de la empresa tanto en la industria como en los servicios nos lo demuestra, la distinta visión social de un objetivo no esta reñida con el diálogo constructivo y fecundo. El bien común para ambas es siempre el punto de mira donde las mesas de negociación apuntan para alcanzar los más osados y atrevidos acuerdos de fusión o consolidación entre "irreconciliables" competidores. Pero en la política debe haber algo que lo hace especialmente difícil porque nunca se nos informa de los acuerdos alcanzados en las mesas del Congreso.
Si la orgullosa Inglaterra pudo ponerse de acuerdo con la chovinista Francia en proyectos comunes como el AirBus o el Eurotúnel, no entiendo que Murcia no pueda entenderse con Aragón o Cataluña en lo que tengan en común. Si vivimos y gozamos de un país que no tiene ni energía ni agua en abundancia como recursos naturales, no puedo comprender como los partidos que nos gobiernan no son capaces de alcanzar el mejor acuerdo para el mayor interés común en la administración de nuestros bienes escasos. Nuestros políticos son los hijos y los nietos de los que se iban a los campos franceses y a las fábricas alemanas con una carpetilla de cartón, atada como un cilicio a su muslo, donde guardaban el contrato de trabajo y la dirección de su alojamiento en destino, ¿es qué no han aprendido nada de sus mayores?, no entiendo que no se puedan poner de acuerdo en las políticas para una inmigración solidaria pero al mismo tiempo que proteja y preserve las raíces socio-culturales de la ciudadanía que representan.
Yo no estoy seguro de que deba ser un derecho de la ciudadanía conocer toda la verdad y nada más que la verdad sobre todos y cada uno de los hechos sociales. Lo que como ciudadano espero es que mis gobernantes promulguen leyes y normas de conducta que sean perdurables en el tiempo y que puedan evolucionar al mismo ritmo que lo hace la cultura de la sociedad que regulan. Como ciudadano exijo luz y taquígrafos para todas las decisiones que las Cámaras tomen en mi sagrado nombre, pero desapruebo que esa documentación pueda utilizarse como fondo de noticia intencionadamente interpretada y sesgadamente comunicada por los medios de comunicación privados y necesariamente interesados.
La sociedad en la que vivimos, la que llamamos cultura occidental, está más o menos dividida en un 40% de progresistas, otro 40% de conservadores y un 20% de varias minorías necesarias que recogen las inquietudes de los que no son, o no quieren ser, como los demás. Lo que es insoportable para un ciudadano como yo es que las prioridades sociales, éticas y morales se trastoquen cada 4 años; que las leyes sobre las que han de basarse el desarrollo colectivo y los proyectos de vida individuales puedan derogarse y abolirse en función de los colores que gobiernen; las leyes de largo alcance y de gran inercia social como las que se interesan por a la educación, la cultura y la sanidad, las que regulan las infraestructuras del Estado o las que afectan a las inversiones industriales deben ser firmes y estables; que las leyes y las normas que nos regulan sean tan inestables porque los dos 40%’s sean incapaces de alcanzar acuerdos de Estado entre ellos no contribuye en nada al progreso del país y que, para poder gobernar con exigua mayoría, los partidos gobernantes deban pactar condiciones leoninas con las minorías que les obliga a defender verdaderas barbaridades colectivas.
En este clima de permanente controversia se agotan rápidamente los argumentos constructivos. Ahora todo se traduce en exponer con franqueza, sin ambages ni atenuaciones los errores del adversario en lugar de informar e incluso recrearse sobre los propios aciertos; lo que era anunciado como un éxito en el titular de primera plana en una legislatura aparece criticado y escandalizado en los titulares de la legislatura alternativa, aquel personaje que nos hacía sentir orgullosos al verlo sentado en la presidencia de los actos internacionales ahora sufre el más feroz vilipendio y los documentos confidenciales del Estado se utilizan como amenaza o se esgrimen en las tertulias y en los debates.
Esta política de lo negativo que practican los unos y los otros no me gusta. ¿Dónde están aquellos políticos como los Padres de nuestra Constitución capaces de alcanzar consenso entre el PC y AP?, ¿es qué ahora no hay nadie que tenga esa altura de mira política? Creo no equivocarme si afirmo que la gran mayoría de los ciudadanos de esta cultura, indistintamente de su color político, tenemos una enorme coincidencia en el bagaje de nuestros intereses sociales; para administrar ese bagaje unos piensan que son mejores los enfoques liberales y otros los enfoque sociales pero cuando cada ciudadano deposita su voto en la urna espera que el partido de su elección lo haga con miras de Estado para el bien de todos.
Mi sentimiento, mi percepción social es que los políticos que nos representan no están cumpliendo con las altas miras de sus mandatos. Quizás no puedan hacer otra cosa, si así fuera lo que les pido es que los dos 40's % conjuntamente así lo digan, con un mensaje de Estado, que lo expliquen y que dediquen tiempo y recursos a la educación político-social de la ciudadanía.
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