sábado, 15 de diciembre de 2012

El Odio de los Pueblos

Leyendo a Umberto Eco en su sorprendente libro "El Cementerio de Praga" me he cruzado con un párrafo en la pag. 453 que me ha impactado (os lo reproduzco a continuación); trata de la idiosincrasia de los judíos y de la estrategia de sus enemigos para atacarlos. Lo sorprendente es que es la misma.
Mi problema es que al leerlo me he encontrado a mi mismo pensando en que lo que dice Umberto Eco es aplicable a todos los pueblos españoles; tanto a los pueblos secesionistas, los que buscan su independencia y consideran a España su enemiga como a los centralistas, los constitucionalistas que no permiten la existencia de esos pueblos independientes y los tachan de enemigos de la Patria.


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El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa. De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de la raza. La identidad nacional es el último recurso de los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala. Por eso mataron a Cristo: hablaba contra natura. No se ama a nadie toda la vida, de esta esperanza imposible nacen el adulterio, el matricidio, la traición del amigo... En cambio se puede odiar a alguien toda la vida. Con tal de que lo tengamos a mano, para alimentar nuestro odio. El odio calienta el corazón.
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