Me parece que esta mañana las palabras van a salir perezosas del teclado. Ya conocéis esa sensación, cuando se sabe lo que se quiere decir, se sabe que existen las palabras correctas y la sintaxis adecuada para expresar una idea pero que cuando se teclean las letras en la pantalla aparecen frases mal construidas con palabras imprecisas. Así he estado toda la noche, sabiendo lo que quiero decir a mi hermano pero siendo incapaz de escribirlo.
Al final todo se traduce en ineficacia y una lamentable perdida de tiempo, ocupando las horas con paseos entre esta silla y el sillón, entre las noticias de la radio y las patéticas imágenes de la televisión nocturna, entre cabezadas de un sueño incontrolable y miradas perdidas por la ventana de la cocina.
Por qué siempre tiene que ser tan difícil alcanzar lo bello, lo sencillo, la armonía, la tranquilidad; ¿es acaso que nuestro destino es luchar permanentemente?, ¿cuándo llegará nuestro relevo, nuestro turno de descanso para disfrutar de los sueños y de las quimeras? Cada vez que planteamos una idea, una iniciativa, cada vez que queremos dar un paso aparecen las fuerzas que se oponen al movimiento, las razones para no actuar y los argumentos del fracaso.
Parece como si la vida del día a día quisiera decirnos que no esta permitido olvidar que estamos en un "valle de lágrimas"; que para ver lo bello has de cincelar lo feo como lo hace el cantero que encuentra la forma dentro de la burda piedra; que para llegar a lo sencillo tienes que despejar muchas incógnitas de complicadas ecuaciones; que para alcanzar la orilla de la armonía es obligatorio atravesar el estanque por el que navega la caótica sociedad que te alberga; que para disfrutar de tranquilidad primero debes apagar el fuego de la mente enrevesada de personas que cuecen sus vidas en caldos de odio y rencor.
Y todavía no he hablado de la felicidad. Qué difícil es alcanzar la felicidad cuando no puedes juntar lo bello con lo sencillo ni la armonía con la tranquilidad. Solo te queda el amor, ese sentimiento al que no puede vencer ni el odio ni el rencor, el que no cede a la desesperanza, tu refugio. Pero, ¿qué pasa con la felicidad?, no lo se, quizás la felicidad es asíntota a la curva de nuestra vida; quizás tengamos que llegar al final de la vida para saberlo.
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